La carta no tenía ni sello ni remitente. Lucas, sin dudarlo, preparó su maleta
y, listo para escribir el mejor reportaje de la historia, se dispuso a marchar.
Tras unas horas, llegó a un hotel situado en un pueblo, muy cercano al
pantano y pronto comenzó a notar la niebla. Aunque el hotel era grande,
solo estaba el dueño, porque el resto de personas del pueblo se habían ido,
temerosas de lo que les pudiese pasar a sus familiares.
El dueño preparó la habitación para Lucas y luego le puso la cena.
A la mañana siguiente, Lucas se despertó y el dueño había desaparecido. Tal
y como la carta decía, aquello era todo de lo más extraño.
Con todo lo necesario, (libretas, bolígrafos, cámaras y otros instrumentos)
Lucas se dirigió hacia la orilla del pantano. Cada vez que se adentraba más y
más, la niebla era mucho más espesa que al comienzo. Parecía como si fuese
controlada por algo.
Cuando por fin, bajo sus pies, notó el agua y se alegró en parte, porque al
menos no le había pasado nada.
En la orilla, no todo era muy distinto: la niebla cubría todo, y ni siquiera
podía vislumbrar sus piernas. Aquello no había pasado nunca. Ni siquiera
en la capital. Pero Lucas estaba dispuesto a llegar al fondo del asunto, fuese
como fuese.
Durante unos diez minutos estuvo dando vueltas en círculos, sin anotar
nada. Simplemente observaba y pensaba en lo famoso que se haría si escribía
un reportaje tan increíble como el que tenía en mente. Pero si no pasaba
nada, su viaje habría sido en vano, y probablemente la carta sería otra de las
bromitas de su amigo Steve.
-Como Steve tenga algo que ver con esta, seguro que esta vez se entera.- Decía
Lucas para sí, mientras seguía dando vueltas.
Pasados unos minutos más, y viendo que no pasaba nada, decidió marcharse.
Cogió sus cosas y dispuesto a dar marcha atrás, se volvió. Tan pronto como se
giró, la niebla se hizo más y más espesa, impidiéndole así, tomar el camino de
regreso.
Lucas empezó a asustarse mucho, y sin pensarlo, echó a correr. Desesperado
corría y corría, pero cada vez que pensaba que había salido, se volvía a
encontrar enfrente del pantano.
Era como un laberinto del cual no podías huir, por mucho que te esforzases.
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